miércoles, 8 de octubre de 2008

ANDRÉS AZIANI, MAESTRO, AMIGO, HERMANO



Como gratitud y compromiso en la despedida para la eternidad


“A este mundo corrompido sólo lo salvan los niños o poetas, los mártires o testigos y los santos. Y la hora de los santos llega siempre. Nuestra Iglesia es la Iglesia de los santos”. La cita es Georges Bernanos, literato francés convertido al catolicismo, muy querido para ti Andrés, que fuiste un poco como los tres.


NIÑO. Sin doblez, auténtico, coherente, espontáneo, humilde, sencillo, dócil... porque te sentías muy querido por nuestro Padre Dios.


MÁRTIR. Dispuesto a dar la vida por lo que cree, testigo, ejemplar en el día a día, preparando tus clases, facilitando apuntes, aconsejando, abriendo horizontes, luchando por los valores (puntualidad, libertad, responsabilidad...) en la belleza, verdad, bien. Tenemos muy reciente tu vibrante intervención sobre los testigos creíbles en el auditorio en el evento organizado como eco de la Jornada Mundial de la Juventud de Sidney.


SANTO. Hiciste lo que Dios quiso de tu vida, y quisiste lo que Dios iba haciendo con tu vida. Tu vocación y misión, tu fe y tu acción se identificaron en el momento presente de cada día, haciendo la voluntad de Dios de modo heroico, con alegría desbordante y siempre con una generosidad sin límite. ¡Cómo te desvivías por cada uno de nosotros, olvidándote de ti! Pero tu entusiasmante actividad no tenía nada de activismo. Era gozosa y serena, sabiendo escuchar, donándote por el otro. Tu dinamismo tenía una fuente: la oración, el trato íntimo y personal con Jesús, con María ¡Cuántos te han sorprendido en la paz de la parroquia de San Pedro, el Pilar o el Buen Pastor ante el sagrario, o desgranando avemarías! ¡Con qué cariño venerabas a tu santa de Siena, Catalina! Me pediste bibliografía para investigar sobre su influencia en Santa Rosa. ... otra santa de su devoción, y alguno de nosotros tendrá que terminarlo. ¡Como te afanaste con la exposición de Santo Toribio, la del Señor de los Milagros...!


Pero te nos vas, o te quedas mucho más pero de otra manera. Te vas con el Santo de los santos y puedo y podemos dar fe que tú –aunque te tapes los oídos para no escucharlo- has sido uno de ellos. Y te nos fuiste como fue tu vida ¡de repente! Como escribió el poeta Pemán en el “Divino Impaciente” sobre San Francisco Javier y en forma de oración a la Virgen:


“Soy más amigo, del viento


Señora, que de la brisa.


El bien hay que hacerlo aprisa


que el mal no pierde momento”.


Al terminar la jornada, intensa jornada de un día más, tras tu visita a la sede que nuestra Universidad tiene en Atalaya. Terminaste tu cena, conversabas tranquilamente con los miembros de tu fraternidad de Comunión y Liberación, y te desmayaste por un paro cardíaco. Te marchaste calladito, sin ruido, como de puntillas, sin prisa pero sin pausa –como la estrella-, y Jesús te abrazó, y Nuestra Madre, Sedes Sapientiae, te colmó de su sabiduría y su ternura.


¡Cómo te dolía la emergencia educativa en el Perú!, cómo se multiplicabas con tus charlas –a centenares-, sus clases de antropología-ética-filosofía, tus fotocopias, tus revistas, tus oraciones... para derrotar el mal con la verdad-belleza-bondad. A veces me parecías un gigante con botas que llevabas ideas, ilusiones en tus bolsillos, en tus maletas...El Tablón de Anuncios de Filosofía de la Universidad creado por ti es un ventanal de libertad para oxigenarnos mentalmente y comprometernos de por vida. Si el Maestro es el que vive lo que enseña y enseña lo que vive, tú nos lo has demostrado en todo momento. Las Universidades San Martín, Champagnat, la comisión nacional de laicos, parroquias, grupos apostólicos, especialmente el que te nutrió y el que te lanzó a vivir su cristianismo coherente, Comunión y Liberación...,te quedaremos siempre agradecidos y esperamos que nos abras la puerta en el Cielo, junto a Juan Pablo II, junto a Don Gius . Tu mirada amplia de la Realidad nos ha ayudado a vivir cielo en la tierra.


Entre sollozos tus alumnos –míos también- me contaban su última lección. Los de la mañana y los de la tarde, repasando el curso para facilitar el final. Uno de ellos observó al despedirte en el velatorio que te llevabas en tu dedo un poco de tiza y una mancha del plumón. ¡Sí, peleaste hasta el final, con las botas puestas, con callo y tinta en las manos, como un constructor de catedrales. Les dijiste: “¡Qué luz se percibe en el aula, sin duda que ustedes se la han dado!”. Y les hablaste de la belleza, de la verdad, del bien, del amor en la Biblia, en la filosofía y en la vida. Te despediste con una frase profética: “El amor es más fuerte que la muerte, porque el amor no muere nunca”.


A Monseñor Lino le hemos escuchado que el primero en acoger su sueño de fundar esta Universidad fuiste tú. ¡Qué parecido con la escena evangélica de la multiplicación de los panes y los peces! Jesús se dio cuenta del hambre de tantos que andaban como ovejas sin pastor; y apareció Felipe con sus cinco panes y dos peces...Nuestro fundador y pastor sintió una gran necesidad como Jesús. Y tú como Felipe, al toque presentaste tus cinco panes y tus cinco peces; el Dr. Bolis, el Dr. Peluso... y luego todo se multiplicó... Y aquí está esta espléndida realidad. Y estamos todos, profesores, personal administrativo y de servicio, alumnos, la comunidad UCSS que como tú quisiste es una gran familia. Monseñor Lino acaba de destacar en la Misa de despedida tu integridad, tu generosidad, tu donación total. “Sólo le vi exaltarse una vez –nos dijo- cuando alguien habló mal de su Iglesia”, porque la amaba con pasión. Sí, Andrés, porque retornando a la frase inicial, Nuestra Iglesia es la Iglesia de los santos ¡Qué gozo y qué responsabilidad el haber tratado a uno de ellos! Querido Andrés, maestro, amigo, gracias, y ¡hasta el Cielo!


José Antonio Benito (Despedida en la UCSS)


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