sábado, 20 de agosto de 2011

LA VIDA DE SANTA ROSA DE LIMA DE J.A. DEL BUSTO, EDITADA POR EL COMERCIO

DEL BUSTO, José A. “Santa Rosa de Lima” Obras Escogidas. Lima, El Comercio, 2011 pp. 196 pp

Hoy que Lima –por lo menos la Lima académica- está convulsionada por la situación de la PUCP, me conmueve ver -justo ho-y en la edición del Comercio, la dedicatoria de esta obra inmortal del llorado Dr. J.A. del Busto: “A LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ, CUYA PATRONA ES SANTA ROSA DE LIMA”.

Les recomiendo vivamente que compren este libro en sus kioscos. La primera edición sin ilustración ni foto costaba 55 soles; ésta, con fotos, ilustraciones, textos, muy bien encuadernada, a sólo 25. Con todo, como pueden ver en mi recensión, lo que la hace valiosísima es la calidad del texto, tanto por su valor científico como unción espiritual. Y que Santa Rosa vele por la PUCP, que sea realmente lo que es, quiso ser y nunca debe dejar de ser: Universidad y Católica.

¡Qué bueno saber que Santa Rosa es patrona de la JMJ y que estamos en su mes!

 

DEL BUSTO, José A. Santa Rosa de Lima. Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú 2006, pp. 373

 

Como El Cid Campeador, nuestro ilustre embajador de la peruanidad, está ganando batallas culturales tras su dolorosa muerte acaecida el pasado 25 de diciembre, fiesta de Navidad, del 2006. Así lo proclaman sus obras póstumas editadas por el Instituto Riva Agüero: “Historia cronológica del Perú”, ”Marchas y navegaciones en la conquista del Perú”. Está listo para la imprenta su Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú –del que sólo se habían publicado dos tomos-.Igualmente, se está ultimando el libro homenaje a su obra y memora, ¡laus Deo!

Reconocido internacionalmente como uno de los mejores investigadores sobre Francisco Pizarro, Martín de Porras, Túpac Yupanqui, pudo presentar públicamente su última obra editada en vida, la dedicada a Santa Rosa.

Como nos tiene acostumbrados, se ha empleado concienzudamente para darnos lo mejor de sí mismo –como historiador, como peruano, como cristiano- en su empeño de ofrecernos la más completa biografía de Rosa. Como diría J. Vicens Vives todo historiador debe presentar su “carnet de identidad” y nuestro biógrafo, fiel a su honradez intelectual característica nos avisa de sus tres decisiones al acometer la empresa: prescindir de todas las biografías y estudios como los clásicos citados o los recientes de Amaya Fernández, F. Graziano o T. Hampe, hacer poco caso del proceso apostólico (1630-1632) y citar contadas veces a los autores actuales. Su triple decisión deviene en alimentarse del “testimonio más directo, inmediato y antiguo”, el proceso ordinario, (1617-1618) que cita con profusión de Primer Proceso Ordinario para la Canonización de Santa Rosa de Lima 1617 Transcripción, introducción y notas del P. Dr. Hernán Jiménez Salas, O.P. (Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima, Lima, 2003, pp.604 pp.). Aunque principia confesándonos que “escribir sobre Rosa de Santa María no ha sido fácil”, sin embargo, al auscultar a la “mujer, a la mujer ascética y a la mujer santa” queda satisfecho. Destaca que gracias ella, “desde un ángulo nuevo, desconocido, se unificó el Perú...Fue la primera gran unidad que hemos tenido. El orgullo criollo y mestizo, así como el de los indios y de los negros, fue el factor preponderante de todo ello. España lo reconoció y Roma hizo el resto. Rosa de Lima, si no fue mestiza de raza –lo que no es un imposible (véase el testimonio de Fray Gonzalo Tenorio que habla de que sus abuelos “maternos fueron indios” p.337)-, fue mestiza por aclamación”p.15. Nadie tan universal como Rosa. Difícilmente se puede concebir Lima sin ella. El autor no olvida el entrañable nombre que los limeños han dado a las golondrinas que con sus plumas blanquinegras recuerdan el hábito de Rosa: las “santarrositas”.

La obra se nos antoja en su diseño como un Escorial, labrado con austeridad herreriana y claridad meridiana. Dos partes, correspondientes a los dos ambientes en los que discurre la vida de Rosa, la casa del arcabucero Gaspar de Flores y la casa del contador Gonzalo de la Maza. A la primera se dedican 15 capítulos, a la segunda 12. Todos los capítulos están subdivididos en tres apartados; unos –como el primero dedicado a la familia- de lógica aplastante: padre, madre, hermanos; otros, -como el de las devociones- teológicamente perfectos: el culto de latría, el culto de hiperdulía, el culto de dulía; algunos, provocando hilaridad “la doncellica (niña graciosa de 12 a 14 años), la doncelluela (muchacha donosa de 15 a 17), la doncelleja (moza apta para ser esposa, de 18 a 20); algunas, -tres experiencias extrañas- un tanto acomodadas: el Maestro Cantero, la visión del Justo Juez, el enigma de las rosas. Tan sólo un asunto –el de la penitencia- requiere dos capítulos, el primero “los guantes de piel de buitre, los cilicios de metal, la corona de púas”, y el segundo “la alcayata, la cadena, la corona de púas”. Los títulos, a manera de ráfagas rápidas y de nombre sonoro, en número 84, agilizan la lectura. Las palabras, netamente castizas, sin concesión alguna al neologismo, muchas veces divertidas; así nos dirá que “María de Oliva, su esposa (de Gaspar Flores), era la que llevaba la voz cantante, sonante y tronante” pp.103-104. Otras, presenta vocablos inusuales como “se penitenciaba” (p.129)

La obra sigue un orden cronológico, lineal, muy claro, al tiempo que dotado de una rica contextualización. El capítulo preliminar dedicado a la “Lima religiosa” es deudor de las numerosas obras del Dr. del Busto sobre el virreinato. Con él caminamos seguros, sin tropiezos, por la Ciudad de Los Reyes, ciudad de los seis virreyes, dos arzobispos, una catedral, siete parroquias, cinco conventos de frailes y una casa de jesuitas, 5 monasterios de monjas, tres recoletas o recolecciones, una universidad, 8 colegios, 7 hospitales, 25.454 habitantes (con una décima parte de sacerdotes y religiosos, de los que 4 –sin contar a Rosa- serán santos, una beata, 8 siervos de Dios y 20 bienaventurados. El autor se apoya en parte en las obras de Ramón Mujica “Rosa limensis” (Lima 2001), la tesis inédita de Rosa Carrasco acerca de su “producción intelectual” (Lima 2004). Un gran aporte lo constituyen las consultas médicas a doctores especialistas para el estudio de los males físicos y psíquicos de la santa.

Debe ponderarse el equilibrio y exacto juicio del autor: En su juventud Rosa era “una chiquilla alegre pero medida y al mismo tiempo recatada, piadosa, bastante ajena a este mundo mas no apartada de la realidad, virtuosa, amiga de ayunos y mortificaciones…Era atípica pero no anormal. Tenía arrebatos de niña y pensamientos de adulta, era una adolescente que sabía lo que quería” p.72. De todos modos, como sucedió con Santa Teresa, chequeó su vocación  con 12 eximios maestros y confesores: el diocesano Agustín Quijano, .los dominicos Juan de Estrada, Antonio Altamirano, Gabriel Rincón, Alonso Velásquez, Luis de Bilbao, Pedro de Loayza, Bartolomé Martínez y, sobre todo, Juan de Lorenzana; los jesuitas, Felipe de Tapia, Antonio de la Vega, Juan de Villalobos, Diego de Peñalosa y. en especial, Diego Martínez

Más allá de los últimos estudios psicológicos y hasta políticos sobre la santa, Rosa aparece como la cuarta hija –entre trece- del arcabucero Gaspar Flores y María de Oliva que, a pesar de gozar de los momentos del éxtasis, no dejará de ser eximia costurera, experta cocinera, hija responsable que sacó la casa adelante. Su mundo de amistades no fue extenso (cuatro señala el autor, Catalina de Santa María, Catalina de Jesús, María Eufemia de Pareja, Luisa de Santa María; yo añadiría algunas más como las hijas del Contador, Micaela y Andrea) pero sí muy intenso. Llegó a inmolar hasta sus deseos más nobles de fundar un monasterio de monjas dominicas por no evadirse de la realidad familiar; claro que el Señor la premió con gracias muy especiales en esta vida y con una muerte apoteósica en 1617, seguida de una fulminante canonización 54 años después, en 1671. Es palpable su vivencia de la virtud, en particular la fortaleza: “nunca fue vencida y siempre vencedora […] Venció el dolor físico, venció los ataques satánicos, venció al pecado en toda su extensión [...]Se sentía fuerte debido a su divino Esposo, vivía triunfante gracias al eterno Dios…Fue el caso conocido más notable de voluntad femenina del Perú virreinal” (p.246)

José Antonio Benito

 

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