domingo, 6 de mayo de 2018

MARÍA, EN SALIDA. P. César Buendía

Amigos, en pleno mes de mayo, mes mariano por excelencia, preparando el día de la Madre, la fiesta de la Virgen de Fátima, María AuxilIadora, Visitación…les comparto el precioso artículo del P. César Buendía, rector de la UCSS y párroco de SMP, Las Palmeras, en la diócesis de Carabayllo

María, en salida. Carta a la comunidad

Impresiona la capacidad del Papa para decir la palabra oportuna y sacar consecuencias del puro evangelio. La fragancia de lo nuevo y de lo antiguo, el perfume fresco de la primavera que brota de una palabra meditada desde la propia experiencia, que comprueba la verdad, es lo que deslumbra en este Papa.

La prioridad pastoral de este Papa es la caridad. Caridad de Cristo hacia el desheredado y el olvidado, el descartado, para decirlo con las palabras frías del mundo. Ahora bien, la mayor caridad es compartir las razones para vivir. Pide el Papa una Iglesia en salida.

Y es que este mundo es un mundo complicado. Los que tenían que ayudar, estorban. Los padres enseñan a sus hijos a mentir, a odiar. Los sacerdotes se desentienden de los demás. Pero hay alguien que nunca lo hace ni lo ha hecho: Dios. Dios ha salido. Es alguien en salida. Dios salió a buscarnos.

Una persona en salida vale más que mil pecados. María salió. Dios salió. Y por ese único acto de luz se disiparon las sombras.

María se puso en salida para atender a su prima Isabel. María es la mujer que no descartó a la anciana que iba a tener un hijo. María es la mujer que no descartó a un hijo incómodo, ¡quién podía creer que ese hijo era fruto del Espíritu Santo! Pero María creyó y un ángel le transmitió a José la realidad. No hizo falta que María explicara. Y el Espíritu se lo dijo a Isabel. No hizo falta que María lo anunciara.

María está permanentemente en salida, porque ha salido de su comodidad para aceptar al totalmente Otro, a Dios. María ha salido de su conveniencia para obedecer. Salió de los propios sueños para soñar los sueños de Dios. Salió, como Abrahán, sin saber lo que le esperaba, pero sabiendo que fiel y bueno es Dios (Dt 7,9; Nm 23,19;1Cor 1,9; 10,13; 2Tes 3,3; Heb 10,23).

Y Dios se hizo hombre. El que era absolutamente superior vino a esta tierra y se hizo uno como nosotros. El Hijo de Dios es hijo de María. Dios ha resultado no el Otro, sino el Hijo. No hay nada más íntimo para una mujer que su hijo. Pero este Hijo es Dios.

Dios sí que está en salida. Salió de su felicidad para venir a la cruz. Salió el Buen Pastor para buscar a la oveja perdida. Salió, y por más pecados que cometamos, nadie nunca puede ocultar la luz de su salida. Porque no podemos tapar el sol con un dedo. Dios salió hacia María y hacia nosotros. Para que salgamos del egoísmo. Para que vayamos a visitar a nuestra propia Isabel, es decir, a la incómoda familia que pide un préstamo, a la persona sola que ha sufrido un infarto… a la persona que no tiene a nadie en Perú y que ha venido huyendo de la situación de hambre de Venezuela…

No se trata de angustiarse, porque Dios sí que está en salida. Ha salido, a buscarme a mí, a la oveja perdida. Ha venido al mundo por María. Ha crecido como hombre hasta que María le ha echado a salvar al hombre: "No ha llegado mi hora" "Hagan lo que Él dice".

Dios está en salida por ti. Tú puedes salir. No te angusties. Dios te acompaña. Él ha salido para acompañarte. Y lo está haciendo: "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19).

Pero la salida que hoy te pido es muy sencilla: sal de tu enojo, sal de tu venganza, sal de tu rencor, sal de tu odio, sal al perdón y al olvido. Dios es el único juez. Y él te lo pide porque te ha de juzgar a ti. Sal y confiésate. Sal a ver al que te puede perdonar. Sal que te espera con los brazos abiertos.

Aprende de María. Sal a la intemperie, a la verdad, a la alegría. Corre al encuentro de tu hermano, como Dios corre a tu encuentro cuando vuelves arrepentido a buscar su perdón (Lc 15, 20-22).

César Buendía

Revista parroquial Mayo 2018

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Anécdota: El loco

 En un pueblo rodeado de cerros habitaba un loco, la gente del pueblo le llamaba así: "EL LOCO", ¿y porqué le llamaban así?, ¿Qué acaso hacía cosas disparatadas, cosas raras, cosas diferentes a lo que hacen la mayoría de las personas, al menos en ese pueblo?.
La gente al verlo pasar se reía y se burlaba de él, humildemente vestido, sin posesiones, sin una casa que se dijera de su propiedad, sin una esposa ni unos hijos; *un desdichado*, pensaba la gente, alguien que no beneficiaba a la sociedad, **un inútil** comentaban otros.

Más he aquí que este viejo ocupaba su vida sembrando árboles en todas partes donde pudiera, sembraba semillas de las cuales nunca vería ni las flores ni el fruto, y nadie le pagaba por ello y nadie se lo agradecía, nadie lo alentaba, por el contrario, era objeto de burla ante los demás.
Y así pasaba su vida, poniendo semillas, plantando arbolitos ante la burla de los demás. Y he aquí que ese ser era un gran Espíritu de Luz, que poniendo la muestra de cómo se deben hacer las cosas, sembrando, siempre sembrando sin esperar a ver el fruto, sin esperar a saborearlo.

Y sucedió que un día cabalgaba por esos rumbos el Rey de aquellos lugares, rodeado de su escolta y observaba lo que sucedía verdaderamente en su reino, para no escucharlo a través de la boca de sus ministros.
Al pasar por aquel lugar y al encontrarse al Loco le preguntó: _ ¿Qué haces, buen hombre?
Y el viejo le respondió: _ Sembrando Señor, sembrando.
Nuevamente inquirió el Rey: _ Pero, ¿cómo es que siembras?. estás viejo y cansado, y seguramente no verás siquiera el árbol cuando crezca. ¿Para qué siembras entonces?
A lo que el viejo contesto: _ Señor, otros sembraron y he comido, es tiempo de que yo siembre para que otros coman.
El Rey quedo admirado de la sabiduría de aquel hombre al que llamaban LOCO, y nuevamente le preguntó:
_ Pero no verás los frutos, y aun sabiendo eso continuas sembrando... Por ello te regalaré una monedas de oro, por esa gran lección que me has dado.
El Rey llamo a uno de sus guardias para que trajese una pequeña bolsa con monedas de oro u las entregó al sembrador.
El sembrador respondió : _Ves, Señor, como ya mi semilla ha dado fruto, aún no la acaba de sembrar y ya me está dando frutos, y aun más, si alguna persona se volviera loca como yo y se dedicara solamente a sembrar sin esperar los frutos sería el más maravilloso de todos los frutos que yo hubiera obtenido, porque siempre esperamos algo a cambio de lo que hacemos, porque siempre queremos que se nos devuelva igual que lo que hacemos. Esto, desde luego, sólo cuando consideramos que hacemos bien, y olvidándonos de lo malo que hacemos.

El Rey le miró asombrado y le dijo : _ ¡Cuánta sabiduría y cuánto amor hay en ti!, ojalá hubiera más como tú en este mundo, con unos cuantos que hubiese, el mundo sería otro; más nuestros ojos tapados con unos velos propios de la humanidad, nos impiden ver la grandeza de seres como tu. Ahora me retiraré porque, si sigo conversando contigo, terminaré por darte todos mis tesoros, aunque sé que los emplearlas bien, tal vez mejor que yo. ¡Qué Dios te Bendiga!.

Y terminado esto, partió el Rey junto con su séquito, y el Loco siguió sembrando y no se supo de su fin, no se supo si terminó muerto y olvidado por ahí en algún cerro, pero él había cumplido su labor, realizó la misión, la misión de un Loco.

Reflexión:
Este cuento sirve para ilustrarnos lo que muchos seres hacen en este mundo, pero callados, sin esperar recompensa y he aquí que se requieren muchos locos en el mundo, seres que repartan la Luz, que den la enseñanza, que sean guías en este mundo tan hambriento de la enseñanza espiritual.


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